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lunes, 20 de junio de 2011

Una reflexión sobre la charla de los excombatientes

El pibe del barrio que oculta sus laureles.

אם כל אחד חסך נפש זה כאילו זה היה יכול לחסוך עולם שלם
“Quien salva un alma  salva así al mundo entero"
El Talmud, Mishna, Sanedrín 4: 5

Quien salva un alma ya ha encontrado la salvación
Civitas Dei ,San Agustin

            Muchas veces las circunstancias de la vida presionan sobre nuestros hombros con tanta fuerza que nuestra escencia, nuestra alma queda expuesta.   Tal como lo hemos hablado en clase,  en esa situación límite, es cuando del hombre surge lo mejor o lo peor de su ser.
        En la reunión del lunes pasado, con el mismo pudor de los grandes, aquel que oculta sus cualidades y no sus faltas, Esteban omitió contar que en el momento más duro de sus días, puso en juego su vida para salvar al hombre que lo había entrenado, al sargento Villegas.
        [1]En el momento más crítico del combate, el sargento, al frente de sus soldados fue alcanzado por un impacto de bala que lo hirió de gravedad. Su vientre manaba sangre anunciando un final cercano. Sabiendo esto, Villegas trató de tomar su fusil para responder a su verdugo. Nuevamente, el francotirador disparó, atravesando su mano. Ese disparo puso en aviso también que los argentinos habían quedado a su merced, que los tenía en la mira. Lejos de pensar en la orden de replegarse que se escuchaba, ni correr por su vida, Esteban se quitó el equipo y con las manos en alto, salió de su refugio para acercarse a Villegas ofreciendo al atacante su cuerpo, y al amigo caído, su alma. Ayudado por otro soldado que lo siguió, Esteban alzó sobre sus hombros a Villegas y lo retiró de la línea de fuego. El tirador permitió el movimiento, seguramente no por humanismo sino por táctica militar: Con dos balas y un herido, había desarmado tres oponentes, que para ocuparse del herido, ya no volverían a combatir. Ya detrás de las piedras que los protegían, Villegas pidió a Esteban, que lo matara, que no lo dejase sufrir. Entonces Esteban que pretendía contener lágrimas, le puso una nota de humor al momento:

“De ninguna manera, usted nos prometió un asado”

Ocho largos kilómetros los separaban todavía de la esperanza de vida.

La vocación de un soldado con alas



"En el último rincón de la tierra en que me halle  estaré
 pronto  a  sacrificar  mi   existencia   por  la  libertad."
 José de San Martín


Ignavi coram morte quidem animam trahunt

 audaces  autem  illam non saltem advertunt

“Los cobardes agonizan ante la muerte,
mientras los valientes  no la advierten”
Gaius Iulius Caesar


            En una situación distinta, la guerra lo encuentra a Carlos. De hecho, la Escuela de Aviación Militar había sido su elección varios años antes. La vocación de servicio basada en la carrera militar fue una temprana y sólida decisión, que abrazó hasta el fin del año pasado, en que la destrucción sistematizada de nuestras instituciones, pudo lo que nunca logró el enemigo: forzarlo a dejar el combate para no declinar el honor.
        Casi tres décadas atrás tuvo repetidas oportunidades de probar honrosamente que pertenecía a la casta de los que abrazan sus ideales por sobre ellos mismos.
        La cantidad de misiones que Carlos voló, habla por si misma de la determinación que identifica al que, con honor, blande su sable al servicio de la lealtad jurada a su patria. Ese arrojo, impronta clara signada por los padres de la patria, no tiene mellas ni zonas oscuras. Dejan la falibilidad de la persona  muy por detrás de los ideales que guían sus acciones.
        Si alguien pudiese observar su aparente frialdad enfrentando situaciones como el combate, es porque los afectos individuales eran parte del equipaje que lo instaba a actuar por su país, por los ideales que lo conmovieron desde chico y para legarles a ellos un suelo digno de sus pasos.
        Si el vuelo sobre las islas Malvinas con su Douglas A4-C está en compás de espera, aquel que remonta junto a la gloria, resuena todos los días en el corazón de cada argentino que piensa en los muertos y agradece a los vivos por su gesta.






Conclusiones (Aunque necesitemos más urgentemente varios principios)
 
Solamente aquel que construye el futuro
 tiene la  potestad  de  juzgar el  pasado.
Friedrich Nietszche

            Los hombres de esta casta están más allá del manejo político. Cuando abrazan la causa que los impulsa, solo piensan en la justicia de su contenido y no en el aprovechamiento espurio que pudiesen hacer de ella.
        Ya sea por vocación temprana o porque las circunstancias los llevaron ahí, la batalla que libraron en el atlántico sur no fue ni la única, ni la más despareja.
        Los detalles marginales que orillaban la gesta, prepararon un regreso de silencio donde nadie podría gritar su orgullo. Solo se oirían las voces cómplices que ayudaran a cubrir de una opacidad forzada aquello, que aún el enemigo mira y estudia con el ritualismo que impone el honor del combate.        
        Esa lucha solapada ha cobrado entre los soldados más victimas que el combate frontal del invasor. Es que la injuria cubre de polvo los brillos y corroe las estructuras más fuertes: La mismas que dos siglos atrás forjaron nuestra libertad con el fragor del combate y nos legaron un suelo que se hizo fértil con su sangre.
        Hoy, la ineptitud para igualar esa grandeza, la grandeza misma que erigía a nuestros próceres, se oculta injuriando a las personas y sembrando dudas sobre las instituciones a las que pertenecieron. Solo así, objetando la memoria verdadera, aquella que no tiene un precio en oro, podrán acercarse, solo en apariencia, a la dignidad de quienes tienen por dogma la ofrenda de  sus vidas.
        Evitaron testimoniar el inmerecido descrédito, aquellos que abrazaron para siempre ese rincón de nuestra tierra, aquellos a los que fundiendo su cuerpo en las Malvinas, se elevaron a la eternidad por encima de los embates del más perverso odio humano.
        Por el contrario, considero insoslayable incluir en nuestros proyectos más trascendentes, los principios de todos ellos que supieron y saben sublimar sus limitaciones humanas con el sacrificio de sus vidas, pensando en el bien común desde su merecido pedestal de gloria.
        Cuando la lucha por lo que creo y siento, me desgasta y el cansancio alimenta dudas sobre el camino que recorro, levanto los ojos hacia el final de ese sendero, y cuando allá veo alguno de nuestros héroes, sé, sin titubeos, que estoy yendo en la dirección correcta.



Juan Pesquera


[1] El relato puede leerse en el libro “La hermandad del Honor” de Jorge Fernández Díaz. Precisamente en la presentación de ese libro tuve el honor de conocer a los protagonistas.

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